Este domingo 29 de junio se realizarán las primarias presidenciales del oficialismo, y el clima político de la contienda ya se siente. En un escenario marcado por la incertidumbre y la fragmentación interna, la coalición Unidad por Chile –que agrupa al Frente Amplio, el Partido Comunista, el Socialismo Democrático y otros partidos progresistas– enfrenta la primera prueba, definir su candidato para las elecciones de noviembre, en un proceso donde la participación ciudadana será determinante.
Los comicios, de carácter voluntario, tienen un valor que va más allá del resultado. Una alta concurrencia validaría el proyecto oficialista frente a una oposición que ya afila sus armas, mientras que una baja participación podría ser leída como desafección ciudadana hacia las propuestas del gobierno y falta de cohesión en el sector.
Cuatro son los candidatos que competirán este domingo. Carolina Tohá, exministra del Interior y carta fuerte del Socialismo Democrático, con discurso que mezcla responsabilidad fiscal, modernización del Estado y énfasis en la seguridad, Tohá busca proyectar gobernabilidad y experiencia, apelando al electorado moderado del oficialismo.
Desde el Frente Amplio, Gonzalo Winter representa el recambio generacional y la continuidad del espíritu transformador de la generación post-estallido. Su discurso pone el foco en la justicia social, la democratización del poder y el combate a las desigualdades estructurales.
Por su parte, Jaime Mulet, de la Federación Regionalista Verde Social, propone una mirada descentralizadora, centrada en fortalecer a las regiones y avanzar en una política más cercana al territorio. Su presencia en la papeleta, sin embargo, no ha logrado generar mayor tracción en las encuestas.
Pero quien comienza a despertar mayor atención es Jeannette Jara, la candidata del Partido Comunista. Aunque partió rezagada en las preferencias, su figura comenzó a ganar terreno, siendo hoy la favorita para ganar la elección, gracias a un fenómeno que algunos ya comparan con el “voto Bachelet”. Jara ha sabido conectar con sectores populares que valoran su cercanía, su origen y su historia. Su estilo sereno pero firme, junto con un programa que pone énfasis en derechos sociales, reforma previsional y justicia económica, ha despertado simpatías mucho más allá de las filas comunistas. Muchos ven en ella una heredera del imaginario político que alguna vez encarnó Michelle Bachelet: una mujer progresista, con vocación de servicio público, capaz de generar confianza en momentos de tensión social.
En este contexto, el oficialismo se juega más que una candidatura. Se juega su capacidad de articulación, su credibilidad frente al país y su posibilidad de proyectar un proyecto común en un año electoral clave. Sin embargo, todo indica que el resultado estará abierto hasta el último voto. Las encuestas no han captado del todo el arrastre popular de Jara, ni tampoco la capacidad del Frente Amplio para movilizar a sus bases.
La noche del domingo no solo revelará un nombre. Será un termómetro del momento que atraviesa el oficialismo y definirá las estrategias con que el sector enfrentará la madre de todas las batallas: la elección presidencial de noviembre.